viernes, 26 de septiembre de 2008

Una de Cowboys..

¡Bom dia, Comunidade!
Ya ha pasado mucho tiempo desde la última entrada y de la experiencia en Perú, y como dijera alguna vez Ernesto Acher, "Con mis fuerzas casi extintas a vasto imperio llegué, puse pie en tierra de Incas; o sea, hice hincapié". Pero el tiempo de cruzar fronteras me llamaba de nuevo. Es así que volvimos a Cusco después de aquel mediodía en Ollantaytambo (y después de dormir en una cama bien cómoda, en una habitación con una ducha normal).

Todo fue planificado en Cusco para cruzar hasta La Paz en una noche. Luego de sacar boleto hacia la capital boliviana, el viaje fue (ya a esa altura del partido) un viaje más. Un viaje más donde me embaucaron, vendiéndome un boleto para un servicio cama que no era. Lo más parecido a que Berta, la gorda perversa, te agarrase en la cama, mientras esperabas con una copa de brandy a Milla Jovovich.

Una vez en la terminal de La Paz, fue necesario solamente escuchar el "Oruroruroruoooooooooo" para salir corriendo a comprar otro boleto para un bus que salía en 20 minutos para Cochabamba, evitando así la noche en la ciudad. Cochabamba no dio mucho de su esplendor: Sucia y tenebrosa, parecía más un Gotham City del subdesarrollo, lo cual no quitó la posibilidad comer un ratipán sin colita en medio de sus calles oscuras y alcoholizadas. Sumado a esto, de esos últimos dos días habré viajado 46 horas, dando como resultante un agudo síndrome céfalo-rectal. Sólo tuve una noche para sacarme la cabeza del culo y seguir viaje a Santa Cruz de la Sierra.

Ya casi (casi) innecesariamente, contaré acerca del viaje hacia esta, la próxima provincia. Para apresurar un poco el paso y evitar quedarnos más tiempo ahí, optamos por una opción al bus. Un poco más cara, pero garantizaba llegar más rápido y salir antes. ¿Mejor? No. Nunca he insultado tanto a un conductor en mi vida. Ni los sábados a la noche con Favio he sufrido tanto como con ese animalito al volante. Esta gente tiene como costumbre, en la situación que sea, adelantarse. En rectas, en curvas.. Donde pueden meter trompa, lo hacen. Gas para mi tesis.

Ya en Santa Cruz de la Sierra, una vez que dejé de parecerme a Mickey Mouse (evito explicar la referencia), comenzó la parte menos mochilera del viaje. Con motivo de los últimos viajes, el poco tiempo que quedaba, el stress (!) de los últimos días, y en vísperas del cumpleaños de Eve, la reserva del hotel se hizo efectiva. Desayuno buffet, pileta por la noche y la posibilidad de una ducha y una cama como la gente. Para el día del cumple de Eve pud(e)imos disfrutar del partido por los Juegos Olímpicos entre Argentina y Holanda en el colchón de la cama, trayendo el desayuno con nosotros. Justo. Mas allá de los detalles del partido, el día siguió entre sorpresas, llamados y el Mariposario, un campo gigante y hermoso a unos kilometros de la ciudad lleno de todo tipo de animales e insectos. En Santa Cruz también se pueden encontrar unos bares bien interesantes, con buenos tragos y música en vivo. Luego de un día muy positivo, aprovechando la cercanía, el destino fue Samaipata, lugar de fuertes y construcciones antiguas. Del fuerte rescatamos casi nada, mucho frío y niebla, pero del pueblo pudimos salvar un grupo de gente loca y linda, Locuras de Holanda, Risas de Israel y Amabilidad de Alemania, entre otros. Ah, del bar me quedé con un Joker para mi colección. ¡Más papas fritas!

A la vuelta, después de una noche, Santa Cruz estaba revolucionada. Previo a que se hiciera público el conflicto en Bolivia y se cerraran las fronteras, el pueblo que me albergaba pasaba una crisis de película del oeste. Fue imposible conseguir tickets de tren para cruzar la frontera, ya que al día siguiente habría paro general, y creanme, se toman muy en serio los paros allí. Así fue como a las 7 de la mañana, ávido de ver el partido Argentina-Brasil, me encontré con un pueblo fantasma. Incidentes a 2000 metros de donde estaba, entre la policia y cascoteadores, no me impidieron meterme en un bar a ver el partido (shhh, no digan nada, que no podían abrir hasta las 20hs). Vuelto más o menos a la normalidad, después de la matinee de Beijing, los tiempos no dejaron de correr. Es ahí que, después de un breve meditar, el viaje a Brasil se decidiría por la vía aerea.

Ahora dejenme decirles, después de tanto tiempo y peripecias el que me diga "Ah, sos un careta. Sos mochilero VIP", que me tomé un jodido avión para disfrutar más del tiempo es algo que puedo decidir sin que se me caigan las miguitas de mi barba de meses. Ahí, en la precisa madrugada de Agosto, despegué del suelo boliviano para iniciarme en las calles, subterraneos y vida de Brasil.

Guiado por el APB que Tarso, amigo brasilero que conocí en la oleada de Octubre 2007, comencé a meterme entre la carne de São Paulo. Al momento de mayor interacción con un inhabitante paulista, hice gala de mi artillería del idioma portugués: Obrigado y Marisa Monte ("Monchi"). Pero, ¡hey! Siempre es bueno ser agradecido y conocer la cultura del lugar. Así es que, fundidos en un abrazo, cumplimos con Tarso aquella promesa hecha casi un año atrás. Un colchón y excelentes desayunos hacían el viaje menos y menos sufrido a ojos de la cristiana concepción del mochilero. También en esa estadía pude conocer a Ger (Per, para los entendidos), un dulce de leche que nos ha aguantado el olor a pata y la falta de conocimiento del idioma. Fue ella quién me enseñó la palabra que hartas veces usé: Acho (asho). Cuando no sabía que hacer, decir o tenía que dibujar el portuñol, "Eu acho que..." aparecía como el Chapulín Colorado. Otra de las cosas que me grabé en la mente, después del clásico jugado días atrás, fue "Eu no falo de futebol".

São Paulo tiene mucha vida social y cultural, y como ciudad grande es muy organizada y las calles se notan limpias (Ah! Qué? Buenos Aires no es así?). Museos, mucho Street Art, bares... Días felices por el parque, caminando mucho para guardar los reales del maléfico Sol que amenazaba con insolarlos. He disfrutado mucho esos días. Gracias Tarso, gracias Ger por mimarme tanto.

Rápido! Próxima parada: Rio de Janeiro.

Inevitablemente algunas cosas tienen un ciclo, lo que no menciono peyorativamente, pero sí con muchísima "saudade". Así, con un agridulce dolor en la garganta despedí a Eve en el aeropuerto de Río. Luego de unos días, Tarso vino a compartir unos días conmigo, todos en casa de Gabriel, un amigo de él. Playas, reencontrarse con Orit y Shelly (Israel) y Pánico y Locura en Río, de donde salí catalogado como el primer turista que estuvo en esa ciudad y no sacó fotos. ¿Qué quieren? Estaba disfrutando de los días.. Todo quedó en Río.

De vuelta en São Paulo sufrí el comienzo del renacer. Bastante obnubilado vagaba las calles paulistas, donde veía venir un problema: Seguía viajando, o volvía? Si volvía.. Seguía viajando? Cómo se iba a suceder todo? Así me despedí de mis amigos, que me levantaron un poco con palabras y bromas. Y se venía un nuevo cruce de frontera..

Acá es donde el viaje hizo un paréntesis, donde puse prioridades, donde vi el valor y el valor me miró a los ojos y me pidio que me quedara unos días.. ¿Dónde estaba? Qué me importaba, si comenzaba a ser feliz de nuevo. Fue en ese instante que mi familia me vino al recuerdo y me dio ganas de continuar, cuando supe que las cosas, amén de desdecirme, no son ciclos que se cumplen o se rompen. Y resolví más de lo que me propuse, y seguí con mi convicción de terminar el viaje en uno de los lugares más lindos que conocí en este viaje en Suri: Iruya. Ese lugar especial, esa energía, ese momento en que casi decido dejar mi viaje. Iruya me da todo eso para los que esperan mi regreso con energías renovadas, y para los que no. Después de un breve paso del día por Salta para visitar a Mateo y a su familia de nuevo, Iruya me recibio despues de estar descompuesto del frío en la madrugada humahuaqueña, donde el viaje volvió a materializarse mochilero. He de confesar que todas las energías y planes de pasar las últimas semanas del viaje aquí fruncieron las nalgas al momento de poner pie de nuevo en suelo montañoso: A diferencia de la otra vez (temporada de vacaciones de verano europeas), este día no había un alma. Otra Iruya. Sinceramente el primer pensamiento que asaltó mi cabeza fue "Voy a volverme loco acá". Ni muy errado, esto recién empezaba.

Es muy diferente estar pasando de pueblo en pueblo a vivir y convivir en uno. Pero los planes se desdibujaban: un día amanecía en Iruya y al otro en Tilcara "porque pintó". Y otro día salís a sacar fotos del pueblo y terminás con Johnny y Claudia en un Volkswagen Gol viendo el atardecer en las Salinas, bailando en el desierto, durmiendo en el auto y despertándote para ver el amanecer más blanco de los último días. Acto seguido, cómo cuando uno sale a dar una vuelta por el barrio sin dinero, a hacer cientos de kilómetros de ruta a pie y a dedo para volver al lugar de donde nunca diste señal de que te ibas. Gracias a Dios la gente aquí tiene otra concepción del tiempo, y en vez de enojarse se mostraron preocupados.

Para cerrar quiero compartir algo muy importante con ustedes. Estar acá me desaceleró, y al parecer, y por más de haber sido esta la entrada mas escueta en descripción, todo el viaje me dió una cachetada de energía justo ayer, y desde ese momento extraño y mágico de ayer a la mañana que me siento volver, siento lo que he crecido, que vuelvo a ser esa versión mejorada de mí mismo. Esa versión que muchos jodidos no quieren, que se lleva las cosas al hombro. Imparable. El viaje casi llega a su fin, y yo entiendo finalmente de qué se trata todo esto. A los que le alegra esto los recibiré con una receta de salmón rosado que aprendí en el viaje, y a los que no les alegra esto los recibiré con una receta de salmón rosado que aprendí en el viaje.

Creo que a partir de aquí solo quedarán ciertas reflexiones, pero el viaje no ha terminado. Queda mucho de mi para hacer aquí, ya que la rueda finalmente a empezado a girar. Gracias a quienes estuvieron en esa transición luego de Brasil, en quienes he podido confiar con ceguera absoluta, quienes compartieron toda esta explosión de energía y transmutación.

Al final, eso es lo que cuenta. Y se suman 8818 km. (a la m..) y a 2780m.s.n.m arriba del Suri, que hoy más que nunca tiene muchísimo aguante.