martes, 22 de julio de 2008

Latido Americano

Volviendo al ruedo. Dejando Salta atrás, decidimos evitar las ciudades grandes que tanto dolor de cabeza nos dieron en la última parada, y así tomamos un accidentado viaje (volviendo a una caótica terminal de Salta, pinchando un tubo de gasoil..) a San Salvador de Jujuy, sólo para trasbordar hacia Purmamarca en un viaje no menos accidentado, varados en el medio de la nada, esperando que un remís nos lleve a destino.

Purmamarca nos recibio con un hermoso y turístico cerro de los 7 colores, del cual sacamos la correspondiente foto para la familia. Por la noche pudimos festejar el cumpleaños de Julia en una peña local, donde conocimos y oímos cantar a Tomás Lipán, un cantante del pueblo hasta el momento desconocido para nosotros, pero bastante conocido, al parecer. "No te vayas, te lo ruego" (plegaria del cantante a cada mujer que se dirigía hacia la puerta) fue lo más escuchado de la noche. Más allá de eso, las jornadas siguientes fueron de contemplación ante las invasiones turísticas, en las cuales (tómenlo literalmente) decenas de personas bajaban, daban 20 pasos a la plaza principal y preguntaban precios de artesanías standard (sic) que venía viendo hace 3 provincias. Eso fue motivo suficiente para decidir continuar el viaje hacia Tilcara. Allí fue donde ocurrió la dura separación: Dylan y Julia eligen quedarse un día más.

Tilcara es un lindo pueblo, con gente amable y tranquilo.. Creo que ahí es que empecé a sentir que el viaje tenía sentido. Pude recorrer la Garganta del Diablo y ver sus cascadas, donde recargué un poco el voltaje, y sin perder tiempo huí hacia Humahuaca para un destino mayor: Iruya.

Acá se abre un capítulo aparte, y sin exagerar creo que será el antes y el después del viaje. Yendo casi a ciegas, gracias a una recomendación previa, Iruya parecía una escala más hacia el norte, donde conocería otro lindo lugar. El camino no era el mejor, pero al llegar, entre curvas y una vista inmejorable, este nuevo punto ya marcaba su diferencia. Todavía no entendía a ese pueblo colgado de la montaña (otra cosa para tomar de manera literal) cuando Camilo ya me estaba llevando a una hostería. El camino desde donde paran los buses hasta "Clarita" fue un infierno de 45 grados de inclinación -que con los días y la costumbre fue haciéndose mas afable- pero el aire y la gente que estaba allí.. Todo fue paraíso; días de sol y noches de jamming. ¿Dije que en Tilcara el viaje empezó a tener sentido? Bueno, mentí. Iruya fue huesped de mi peor día de furia en el viaje. Tanto, que casi vuelvo a Buenos Aires por la falta de energía que me había generado ese momento. Pero, así como el Ave Fenix resurgió de un cenicero, yo encontre luz donde había botas mojadas.

Fue una pena darme cuenta de eso el día anterior a volver a Humahuaca para seguir el viaje. Al día siguiente, esperando al bus matutino, a 5 minutos de tomarlo, entre el tumulto de la gente un "Dámian!!" que sonaba familiar: Julia y Dylan entraban en escena otra vez. Sí, sólo fue una separación de prueba; mucho trauma para soportar. Y, como el plan es que no hay plan, a correr para cambiar el boleto de bus y quedarnos una noche más, una noche genial entre gente linda que nos veía volver después de habernos despedido. Gracias chicos por una velada única (donde copamos un restaurant del pueblo en respuesta a un fallido asado de llama para 17 personas). Otra vez un buen momento, otra vez Dylan y Julia se quedaron allí.

Pero así como todo lo bueno tiene su fin (o su "hasta pronto..."), al día siguiente volvimos a Humahuaca, donde finalmente recibí mi pasaporte (gracias Andy por toda la logística y el aguante) y compré la ocarina que tanto venía buscando. A la mañana siguiente de haber llegado, otro bus hasta La Quiaca nos esperaba para cruzar la frontera. En el camino tuve la oportunidad de pasar por este pueblo que mencioné en la entrada anterior, Abra Pampa, donde todos los habitantes están envenenados con plomo en la sangre, y se me hizo un nudo en el estomago. ¡Ah!, si esperan alguna anecdota descabellada de cómo no me dejaron cruzar, los voy a decepcionar. Me despedí de la Argentina con un Bon-o-Bon (blanco) y un sello en mi pasaporte.

Ya en Bolivia, mas precisamente en Villazón, me encontré con un gran mercado, mucha gente yendo y viniendo y, por primera vez, tuve la sensación de no estar en mi país y la incomodidad momentánea de no manejar los mismos códigos. Si bien no pudimos tomar el tren, la opción del micro no fue tan escabrosa como me lo habían pintado. Sí las rutas no son la panacea universal y (tratando de no generaliar) el bus estaba plagado de desorganizaciones y gente que prefería no cooperar a que iniciar el viaje. Así se sucedió el viaje hasta llegar a Tupiza.

Tupiza no tuvo mucho de anecdótico, fue simplemente una ciudad para conocer y reorganizar el viaje. Para anticipar el comentario: Sí, Tupiza tiene como 7 pizzerías en 2 cuadras y una de ellas se llama "Tu Pizza" (original, isn´t it?). Me contento con adaptar el "Tu ruta es mi ruta" a "Tupiza es Mipiza". Del viaje al siguiente punto sólo les cuento que hubiese preferido tomarme el 60 a las 17.55Hs.

Para finalizar la entrada de hoy, les cuento que estoy en Potosí, una muy linda ciudad colonial con bastante historia, donde he visitado una de sus minas y he visto las condiciones en las cuales nunca querré ganarme la vida (hay métodos de tortura peores que un call center), terminando por un lindo paseo en la ciudad. Mañana sigo para Sucre, y veremos qué es lo que el destino depara.

Quiero dedicar esta entrada a la memoria de un buen amigo.

..Son otros 837 km. de viaje.

jueves, 10 de julio de 2008

Adaptarse



Evolución. Así como una mulita muere para dar paso al charango y, de esta manera, dar su aporte a la música, uno evoluciona a medida que el cuerpo y la mente lo requiere.

Hablar de evolución es ligar el término automáticamente a un cambio, un proceso por el cual algo muta o deja de ser lo que está siendo para asimilar el ámbito en el que se encuentra.


Desde Chilecito que no pude sentarme y escribir algo tranquilo y coherente, y ya he recorrido bastante como para poner las cosas al día. ¿Dónde había quedado? Cierto...la nafta. De manera rara, de esa que solo Pachamama te explica, el día, el cielo y su cortina cambiaron de un gris grafito a un azul/celeste radiante, sólo con algunas nubes dando vueltas. La noche misma de la última entrada que hice había conseguido de casualidad (casualidad: dícese de aquellas cosas que se solucionan a las 20:57 cuando el lugar cierra 20:59) una agencia de viajes que realizaría el trayecto al Parque Nacional Talampaya la mañana siguiente, así que reservé inmediatamente. De todo lo averiguado anteriormente, creo que nada me hubiese dado tanto gusto de hacer como el viaje compartido con Poly, el guía en cuestión. No sólo jugó con las curvas de la Cuesta de Miranda (lugar que roza lo maravilloso en los amaneceres, ruta que une a Chilecito con Talampaya), sino que ofreció 3 excursiones donde uno esperaba sólo 1: Lo ya mencionado, el amanecer por la cuesta y el Parque Nacional, con el agregado de una vuelta charlando sobre la gente del lugar, mate y espacio para caminar por la ruta sólo a tracción humana, con una cuesta que parecía totalmente diferente. Otros 468 km. recorridos

Luego de esta primer experiencia magnánima a nivel paisaje, ya estaba listo para continuar viaje. 196 km. en combi me separaban de La Rioja, una ciudad que sólo serviría de tránsito hacia mi próximo destino. De cualquier manera fue inevitable recorrer calles por las cuales ya había transitado hacía casi 2 años atras, volver a ver gente que ha sido transversal en una de las experiencias más gratificantes que he tenido a nivel carrera y educación: El VIII Congreso de Comunicación REDCOM se metía de nuevo en mi nariz y me llenaba la garganta de recuerdos. De repente, volvía a tener 22 años y caminaba ladeando la pared de nuestro (más que anecdótico) alojamiento; luces que se apagaban a las dos mil doscientas, chicas del colegio pasaban por un costado buscando monedas para un colectivo, un insecto que en aquel entonces molestaba a un falto de sueño estudiante de publicidad y que, sin saberlo, sería golpeada para luego ser inmortalizada como un ícono del viaje.. Juro que pocas veces se me han llenado tanto los ojos de recuerdos. En fin, la tierra de vinos, parques nacionales y ex-presidentes que hablaban de rebotar en la estratósfera quedaría atrás esa misma noche, moviéndome a otra ciudad capital.

Fue en un horario cercano a las 5 de la mañana que Tucumán me recibía dormido. He de admitir que sólo ciertas cosas me han quedado del paso por esta ciudad, la cual no tuvo mayor suerte que la de ser recibida con mi pie izquierdo. Una rara sensación de que las cosas iban cue
sta arrriba, una fuerte adicción a las Claritas (especie de alfajor relleno de merengue de miel de caña) y lo más agradable que puede tener uno en el viaje: Buena compañía. Es así como al viaje se unieron Dylan y Julia, un joven matrimonio canadiense con el cual a día hoy seguimos compartiendo el camino (mención de honor a Babsi y Sandra, 2 chicas alemanas muy agradables que también estaban allí). Debido al retraso en principio innecesario en la ciudad de la Independencia (Por cierto, feliz día de la independencia mientras el reloj siga diciendo que hoy es 9 de Julio) es que pudimos coordinar viaje todos juntos y dejar un Tucumán que, imagino, recordaré mejor si vuelvo y no tocan días tan grises.

El recorrido por todos sugerido indicaba que los próximos días serían propiedad de Tafí del Valle, ciudad tucumana a poco más de 2.000 m.s.n.m. donde hemos pasado 5 días lejos del ruido y el gris de las nubes, que había quedado -literalmente- debajo de nosotros. Con sol pleno de día y mucho frío de noche, también hubo momentos para apreciar con todos los sentidos: Calor al lado de la salamandra a leña, cenar sopas hechas por Julia & Dylan y al fin oir la tranquilidad típica de un pueblo (por más que esté adaptado al turismo). Así fue como también hicimos una caminata de unos 14 km., cortando al medio al pueblo, sólo para intentar volver y darnos cuenta que tomamos un bus equivocado que nos dejó en el medio de la ruta, entre las montañana, EN EL MEDIO de las nubes (esas que estaban debajo nuestro y que ahora nos cacheteaban con toda su humedad), todo por la módica suma de 11 km. que nos distancianciaban de la ciudad. Fallo mediante, empezamos a caminar y a hacer dedo antes de que caiga la noche y nos aplaste. De cualquier manera, y a pesar de que haya sonado a mal trago, fue un contacto muy bueno con un paisaje, que cambiaba a medida que caminábamos cada kilómetro, hablando de motos, viajes y cuántas ganas de llegar que teníamos y nadie paraba. Beginner´s experience en hitchhiking o, como ya he dicho antes en criollo, "hacer dedo". Al volver, más noche de hacer nada junto al calor de la salamandra y la tele, donde pudimos ver películas y videoclips de los cuales surgieron canciones que acompañan algunos cuelgues a día hoy.

Luego de nuestra estadía en el hostal El Cardon (con desayunos muy bien presentados y gente muy agradable como Carlos, quien toma los turnos nocturnos allí) continuamos el camino tucumano hacia Amaicha, otro pueblo a unos 51 km. aproximádamente desde donde estabamos. Amaicha del Valle, "la ciudad con 365 días de sol". Creo que varias se adjudican el mismo título, pero esta ciudad propone "no pagar si no hay sol", lo cual es bastante gracioso desde el punto que llegamos con todas las esperanzas de turistas, y mientras almorzabamos con el día medio gris, el sol salió a cagarse de la risa de nosotros más o menos a la hora del postre.. No, no aceptaron un pago al 50%. Ese mismo día fue que arreglamos la excursión a Quilmes con Sebastián, un guía de la comunidad (el que haya pensado "..del anillo" peguesé un cartel de Tupi en la frente) para ver las ruinas del lugar. Más tarde surgiría un emotivo reencuentro con lágrimas de melancolía entre mi persona y un limpiador en polvo estilo Odex.
Como una nota al margen y atemporal, quiero mencionar que tenemos a Pachamama, a Inti, a Quilla y al bloque de Ángeles del Totó (disidente) de nuestro lado, ya que en ninguna excursión o viaje extra que hemos hecho hasta este momento nos ha tocado o bien con mal tiempo, o bien con un mal guía, sino todo lo contrario. Además, éste está siendo el viaje de perder cosas en un pueblo y enterarse en el pueblo siguiente, y sin embargo han sido recuperadas (toallas, libros, protectores solares y demás son parte de la experiencia).


Continuando, un excelente día se sucedio junto a Sebastián como nuestro guía, contándonos acerca de su pueblo y teniendo una clase de historia alternativa, aclarandose muchas de nuestras dudas. La tarde siguió entre mates, pan casero y el hogar de un alfarero de un pueblo de espiritu humilde, en todas las direcciones de la palabra, para luego recorrer 55 km. más rumbo a Salta, donde nos esperaban los viñedos de Cafayate y su gente amable. Otra oportunidad para relajarnos, encontrarnos con ceremonias del pueblo, conocer nuevos sabores y entender un poco más para qué lado va este viaje. Así, otros 5 días pasaron con Julia y Eve tejiendo bajo el sol, Dylan tallando madera y yo, a fuerza de un bloqueo para escribir, leyendo acerca de escarabajos de oro y demás. Lo destacable, además de las características de su gente (la serenidad de Mariana o la belleza de esa señora color ébano, arrugada hasta el hastío y con la mirada impenetrable, por ejemplo) fueron ciertas cosas ligadas a lo gastronómico. La quinoa fue el descubrimiento vedette y fetiche, las paltas a 3 pesos el kilo y las mandarinas a $0,10 cada una... MANDARINAS A 10 CENTAVOS?! Jolín que comimos mandarinas!


Pero así paso el tiempo, y como no quisimos hacer abuso de ese hermoso lugar (además, se
venía la temporada),
elegimos continuar camino hacia Salta capital, lugar donde yo tenía una parada para tocarle las nalgas a los recuerdos de mi adolescencia. Después de un viaje un poco sinuoso y accidentado por la Quebrada de las Conchas o Quebrada de Cafayate, llegamos a una Salta que nos recibió a contramano: Al menos 7 personas abalanzándosenos, al grito indefinido de "hostel" y sus diferentes nombres, precios y matices brindados por la saliva de aquellos que gritaban sus servicios. Luego de una caminata más larga de lo esperada y la mala interpretación del precio de un hostal, no hubo reacción más humana que ponerse con un humor bien escatológico. Y así, como humanos somos, luego de un día áspero y con tintes de dividir caminos, todos terminamos bien, poniendo de común acuerdo que luego de 3 pueblos de hermosa quietud, llegar a una gran ciudad es una mierda. De esta manera, evitamos caratular a Salta con un mal mote, pero sí como ciudad de transición. Fue así como decidimos alquilar un auto y mandarnos a mudar por un día a San Antonio de los Cobres, pueblo en las afueras de Salta, por donde terminaba el Tren de las Nubes y hay mucha nada, la suficiente para helarse por la noche, pero disfrutando una vista que nunca he tenido de las estrellas, haciendo que sus 3.775 m.s.n.m te permitan pensar que si realmente querés, podés llevarte unas cuantas en el bolsillo. Creo que, si bien el pueblo fue un buen escape, el poder parar en cualquier lado y ver, por ejemplo, en el medio del calor del paraje desértico, una cascada congelada, fue lo que hizo del momento algo impagable. Fue así que dimos con un desierto de silencio absoluto mientras buscabamos las salinas que, por cierto, nunca encontramos. Ya no sabíamos si seguíamos en Salta o si ya habíamos pasado a Jujuy; no teníamos noción del espacio porque casi no teníamos horizonte, pero que buen momento... Los cuatro yendo en direcciones opuestas, saboreando lo bueno de no tener un tipo apurandote en cada parada. De la misma manera se dio la vuelta, con música cortesía del iTrip de Julia, para volver a la ciudad, ya un poco más reconciliados con la urbe. Al día siguiente yo me reencontré con un compañero del ultimo año de primario y primeros del secundario, con el cual no nos veíamos hacía casi 8 años. Una noche de bares, una tarde de mate en las afueras y un mediodía bien típico en familia, con asado y esas cosas que traen de un tirón de orejas al año mil novecientos noventa y algo en Castelar.

Y así, sabiendo que el plan es que no hay plan, sacando fotos de lo que nos gusta, sin saber si es o no un lugar histórico o turístico porque el Gol se bancó los cardones del camino, el ripio y las vueltas, fue que decidimos, antes de dejar Salta, pasar por Cachi, otro pueblo de las afueras al que llegamos ayer, enterándonos que iba a ser el centro del festejo de Salta por el día de la Independencia. Otra vez Pachamama, Chupamate, el Chupacabras y la Cachaca a nuestro favor, brindando un espectáculo al lado de fogones, después de unas ricas empanadas...de quinoa.

Todo esto ayudó también a romper algunas creencias que, ahora, veo algo estúpidas. Es como decir "Vamos a invadir Inglaterra! Hagámoslo a las cinco de la tarde, todos estarán ocupados tomando el té". Lo único cierto aquí es la hora de la siesta, lo demás es todo relativo.
Ya es madrugada, y mañana seguimos viaje a Purmamarca, Jujuy. No puedo encontrar una definición para este viaje, porque nada ha sido regular. Como se habrán dado cuenta, he tardado bastante en ponerme al día con el viaje, y quizás la mayoría no ha llegado a leer hasta esta instancia. Pero por más de que uno intente compartir las cosas lindas o anecdóticas del viaje, no puedo negar haberme encontrado con momentos duros, con realidades que a veces me hacen querer largar todo y no saber para dónde disparar, banalidades en las que uno sabe que va a reincidir. Momentos de mierda, bah. También hay que bancarse la reacción de encontrarse en un pueblo en el que 100% de sus habitantes (niños incluidos) tienen plomo en la sangre, o que hay lugares en los que el agua para todo el pueblo sale de una manguerita, y un tipo a 10 km. tiene puesta una pileta en su hotel.

Creo que he subestimado al viaje y a su efecto en mí. No sé si voy a terminar en Río a fines de Agosto, como estaba planeado, pero de cualquier manera no podría arrepentirme nunca de la decisión que tomé ni de la significación que está tomando este viaje.




Ah.. ¿Qué tiene que ver este viaje con esto de la evolución? Casi todo.

2.501 km, y el Suri se la sigue bancando.


P.D.: Pongo más fotos en la próxima entrada, esta máquina está por colapsar en 5..4..3..